lunes, 22 de octubre de 2007

La sin razón del desamor



















Lagrimas envenenadas de dolor recorren mis mejillas. Aprieto fuerte mis párpados, no quiero abrir los ojos. No quiero abrirlos y encararme al vacío que has dejado. No quiero convertirme en una alma errante, atrapada en un mundo que no le corresponde, alimentándose de los recuerdos, esclavizada por la esencia de lo que fuimos, olisqueando el rastro que dejaste al irte, intentando capturar lo poco que queda de nosotros.

Aturdida por el dolor que no me deja respirar. Me clavaste una daga en lo más profundo de mi ingenuo corazón y la retorciste sin piedad. Maldito pedazo de metal que me oprime y no me deja respirar. Cerraré los ojos y tiraré con todas mis fuerzas, antes que su hoja quede encastada en mi interior y torture a mi alma. Dolerá pero no dejaré que me hunda en la oscuridad, no me entregaré al sueño eterno, aún no.

La daga ensangrentada yace en el suelo. Aprieto con todas mis fuerzas las manos contra mi pecho pero es inútil, la sangre de mi corazón sigue derramándose. Exhausta. A punto de perder la conciencia. El latir de mi corazón entona una melodía cada vez más descompasada y agónica. Debo hallar fuerzas en mi interior antes que la oscuridad me convierta en su prisionera.